La invención de lo cotidiano nos ofrece un placentero itinerario
poético por el mundo de lo cotidiano, en busca de un encuentro con distintas maneras
de observar, percibir y contar la vida ordinaria desde dentro. En el Habitar de los espacios encontramos todo un ejercicio de dilucidación de las prácticas culturales de los usuarios
de la ciudad en el espacio de su barrio. El barrio acontece escenario de una vida
cotidiana llena de tácticas, compromisos y conveniencias, estructura aglutinante de
relatos y aventuras urbanas.
Desde un principio, entre espacio y lugar, se plantea una distinción que delimitará campo. Un lugar es el orden (cualquiera que sea) según el cual
los elementos se distribuyen en relaciones de coexistencia. Ahí pues se
excluye la posibilidad para que dos cosas se encuentren en el mismo sitio. Ahí impera la ley de lo "propio": los elementos considerados están
unos al lado de otros, cada uno situado en un sitio "propio "y distinto que
cada uno define. Un lugar es pues una configuración instantánea de posiciones. Implica una indicación de estabilidad.
Hay espacio en cuanto que se toman en consideración los vectores de dirección, las cantidades de velocidad y la variable del tiempo. El
espacio es un cruzamiento de movilidades. Está de alguna manera animado por el conjunto de movimientos que ahí se despliegan. Espacio es
el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo círcunstendan,
lo temporalizan y lo llevan a funcionar como una unidad polivalente de
programas conflictúales o de proximidades contractuales. El espacio es
al lugar lo que se vuelve la palabra al ser articulada, es decir cuando queda atrapado en la ambigüedad de una realización, transformado en un
término pertinente de múltiples convenciones, planteado como el acto
de un presente (o de un tiempo), y modificado por las transformaciones
debidas a contigüidades sucesivas. A diferencia del lugar, carece pues de
la univocidad y de la estabilidad de un sitio "propio".
"Hablar de los pasos perdidos"
La historia comienza al ras del suelo, con los pasos. Son el número, pero
un número que no forma una serie. No se puede contar porque cada una
de sus unidades pertenece a lo cualitativo: un estilo de aprehensión táctil
y de apropiación cinética. Su hormigueo es un innumerable conjunto de
singularidades. Las variedades de pasos son hechuras de espacios. Tejen
los lugares. A este respecto, las motricidades peatonales forman uno de
estos "sistemas reales cuya existencia hace efectivamente la ciudad".
"Retóricas caminantes"
Los caminos de los paseantes presentan una serie de vueltas y rodeos
susceptibles de asimilarse a los "giros" o "figuras de estilo". Hay una
retórica del andar, El arte de "dar vuelta" a las frases tiene como equivalente un arte de dar vuelta a los recorridos. Como lenguaje ordinario,'"
este arte implica y combina estilos y usos, El estilo especifica "una estructura lingüística que manifiesta sobre el plano simbólico [… ] la manera
fundamental de un hombre de ser en el mundo"; connota una singularidad. El uso define el fenómeno social mediante el cual un sistema de
comunicación se manifiesta en realidad; remite a una norma. Tanto el
estilo como el uso apuntan a una "manera de hacer" (de hablar, de caminar, etcétera), pero uno como tratamiento singular de lo simbólico, el otro
como elemento de un código, Se cruzan para formar un estilo del uso,
una manera de ser y una manera de hacer.
Comentarios
Publicar un comentario